Los mosaicos de San Vital de Rávena

Justiniano y su séquito, siglo VI, San Vital de Rávena

Nuestro siguiente hito en la evolución de las Artes Figurativas, corresponde a los mosaicos que representan al emperador bizantino Justiniano y a la emperatriz Teodora. Pertenece a la Primera Edad de Oro del Imperio durante el siglo VI, en la que Rávena es la ciudad más importante de Occidente. El emperador quiso fundar una iglesia en la que se mostrasen los principios básicos de su reinado. Para ello, encargó al banquero, Juliano Argentarius, la construcción de San Vital. Los dos mosaicos son excelentes desde el punto de vista técnico, expresión del boato y prestigio de la corte imperial.

Detalle de Justiniano

Los mosaicos representan la ceremonia de la consagración de la iglesia, que nunca se celebró de esa manera, pues cuando se produjo, los emperadores ya eran ancianos, y no viajaron a Italia. El que se sitúa a la izquierda representa los retratos de Justiniano, del obispo Maximiniano, del general Belisario y de Juliano, portando, algunos de ellos ofrendas, como era costumbre. Destaca la figura del emperador, ataviada con un manto púrpura, una rica corona y un nimbo, que distribuye simétricamente a los personajes sobre un simple fondo dorado. Aparece ante el espectador como la máxima autoridad, que reúne el poder militar y religioso.

La emperatriz Teodora y su corte, siglo VI, San Vital de Rávena

De la misma manera, la emperatriz Teodora es el elemento más importante de su mosaico. La preceden dos dignatarios de su corte. Le siguen la esposa del general Belisario y su hija, junto a las doncellas que les asisten. La protagonista lleva un cáliz de oro. Los vestidos muestran un lujo extremo. La novedad respecto al anterior relieve se centra en los elementos del fondo. Sobre todo la venera que recalca el poder de la mandataria. También una cortina que es abierta por un dignatario, así como una fuente en primer plano, símbolos del poder espiritual de la Iglesia. El nimbo refuerza el carácter religioso de la emperatriz.

Detalle de Teodora

La pervivencia clásica se muestra en los dos mosaicos por su tendencia al retrato, aunque idealizados. Sin embargo, predomina el carácter simbólico en las dos escenas, que se traduce en los numerosos convencionalismos formales, como la isocefalia, la frontalidad, la ausencia de perspectiva, los pies en V, que proporcionan la sensación de flotar. Las dos escenas son una precisa representación del cesaropapismo del Imperio Bizantino. La Iglesia y el Estado se encuentran unidos en la figura del emperador. Se valen del poder militar y el espiritual que emana de ellos. Componen un mundo jerárquico que proviene de la divinidad.

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