El taller de Leonardo da Vinci


El Museo del Prado organiza una pequeña pero significativa exposición sobre el taller de Leonardo da Vinci y su manera de enseñar pintura a sus discípulos, titulada, LEONARDO Y LA COPIA DE MONA LISA. NUEVOS PLANTEAMIENTOS SOBRE LAS PRÁCTICAS DEL TALLER VINCIANO. Se centra en tres obras que se realizaron en ese ámbito, Mona Lisa del Museo del Prado, la Santa Ana del Hammer Museum, y el Salvator Mundi de Ganay. Todas ellas coinciden que son copias realizadas por el mismo autor, hasta ahora desconocido, que trabajaba en el taller de Leonardo. A través de procedimientos técnicos como la reflectografía infrarroja se ha podido deducir mucho más, aparte de esa autoría, debido a la coincidencia en el estilo del trazado subyacente y en la manera de construir las carnaciones.




Sabemos que en el taller de Leonardo había un modo de trabajar común, aparte de las influencias formales. El aprendizaje junto al maestro estaría centrado en la educación de la mirada y en que supiesen comprender los fenómenos lumínicos y cromáticos que fueron objeto de sus investigaciones. Les dejaba gran libertad, siempre que mantuviesen la calidad final y los objetivos propios del arte de la pintura que tanto demostró en sus escritos conservados. Leonardo autorizó la copia, como observamos del retrato de Mona Lisa,  a partir de sus prototipos, ya sean pinturas o dibujos, y además, en ocasiones, intervino en ellos. El genio, supervisaba los trabajos de pintura de los discípulos después de haberles proporcionado modelos dibujados, y en algún caso, de obras que nunca llegó a pintar, como el tema de Leda y el cisne. La huella de Leonardo, por tanto, no sólo se manifestó en los discípulo directos, sino en pintores contemporáneos como Andrea del Sarto, Rafael Sanzio, y los españoles, Fernando Llanos y Fernando Yáñez de la Almedina.

La primera revolución liberal española


 El inicio de la Edad Contemporánea se caracteriza por el desarrollo de revoluciones políticas y sociales que ponen fin al Antiguo Régimen. Se iniciaron con la Revolución americana, seguida por la francesa de 1789, para extenderse por el continente europeo. Se aspiraba a un nuevo sistema político regido por los principios de la división de poderes, la soberanía nacional y la proclamación de los derechos de libertad e igualdad ante la ley. El marco legal quedaría reflejado en las constituciones. Por primera vez, la burguesía en ascenso por el incipiente capitalismo, el que fuera el grupo social mas activo del llamado Tercer Estado, alcanzaría el poder y pondría fin a los privilegios de sangre de la nobleza.




Este proceso revolucionario cuyas ideas se plasmaron en nuestro continente en la constitución francesa de 1791, tras formar el Tercer Estado, primero una Asamblea Nacional, luego Constituyente, se mostraría en España durante la Guerra de la Independencia contra los ejércitos napoleónicos, que pretendían crear un imperio al mando de Napoleón, sin tener en cuenta las aspiraciones de los naciones. Precisamente sería la Junta Suprema Central encargada del gobierno y la defensa del país, desde septiembre de 1808, la que inició la revolución española con la convocatoria de Cortes generales. Una asamblea que se decidió que fuera unicameral y elegida por un sistema de sufragio universal masculino indirecto.




La Junta Suprema se refugió en Cádiz tras las derrotas militares ante los franceses. En la ciudad andaluza se disolvió en 29 de enero de 1810 en favor de un Consejo de Regencia, que iba a mantener la convocatoria de las Cortes, que se reunieron por primera vez, el 24 de septiembre de 1810 en San Fernando, validando su iniciativa en el decreto de la misma fecha que establece la soberanía nacional. Por tanto, se proclamaron legítimamente como depositarios del poder con vistas a elaborar una constitución y unas leyes que articulasen el nuevo orden, a pesar de las condiciones impuestas por la guerra. La nueva constitución vio la luz en la ciudad de Cádiz el 19 de marzo de 1812.




El nuevo texto constaba de 384 artículos organizados en 10 títulos, cuya esencia se resume en el principio de que la soberanía reside en la Nación, compuesta por ciudadanos libres e iguales. Además, el reconocimiento de los derechos y libertades que aparecen en el articulado, configuran un sistema radicalmente distinto y suponían un cambio revolucionario. Los diputados entre 1810 y 1813 promulgaron, igualmente, varios decretos que desmantelaban las estructuras sociales y económicas del Antiguo Régimen, siendo en más destacado el publicado el 6 de agosto de 1811 que abolió los señoríos. Sin embargo esta labor, y el propio texto constitucional, sólo estuvo en vigor hasta que Fernando VII los abolió el 4 de mayo de 1814. La Constitución de Cádiz fue jurada, otra vez, por el rey en el Trienio liberal, entre 1820 y 1823, para convertirse después en un texto referencial del constitucionalismo español.

Características de la pintura neoclásica


 Los profundos cambios políticos, sociales y económicos al inicio de la Época Contemporánea, tienen su equivalente en las transformaciones estilísticas. Frente al estilo Rococó propio de la nobleza del Antiguo Régimen, surge el Neoclasicismo, en el que se tiene como modelo la antigüedad grecolatina, como mejor forma de expresar los valores universales propios de los nuevos tiempos. Se adecua al pensamiento de la Ilustración que exalta la razón, que trata de mejorar la vida de los súbditos al aplicar reformas educativas para obtener la felicidad y el progreso social. La búsqueda de la belleza ideal y la perfección artística se corresponde con la rectitud moral, y la defensa de valores como el patriotismo, la dignidad y el heroísmo.




La pintura neoclásica valora la línea, el dibujo sobre el color. La claridad y serenidad compositiva frente a los grandes escorzos y decoraciones. Tiene un finalidad educativa y moralizante. Un lenguaje sobrio para expresar las aspiraciones de la burguesía revolucionaria, que debe convertirse en un elemento transformador de la sociedad.  El pintor francés, Jacques-Louis David es el mejor ejemplo de artista neoclásico. Además comprometido con la Revolución Francesa, para terminar al servicio de Napoleón. La huella de la influencia clásica se observa primeramente en El Juramento de los Horacios (1786), donde representa un tema de la historia de Roma de carácter patriótico. Las arquitectura, los vestidos de los personajes, la composición equilibrada, nos recuerdan aquel pasado glorioso, en la que un grupo de hermanos van a sacrificar su vida.




En Marat asesinado (1793), un vacío se cierne sobre el cuerpo muerto del revolucionario, que exalta su dignidad y compromiso moral. El propio artista participó durante el periodo jacobino en la Convención republicana. Según evoluciona la marcha de la revolución, sus temas cambian en favor de un nuevo régimen más moderado, como expresa en El rapto de las Sabinas (1799), y finalmente al servicio propagandístico de la figura del emperador Napoleón Bonaparte. En este periodo el estilo neoclásico se convertirá en una moda que se aplica a la decoración o el vestido a la manera del imperio romano, y será adoptado por la nobleza europea, como observamos en el retrato de La marquesa de Santa Cruz, (1805), pintado por Francisco de Goya.




Cine e Historia Contemporánea


 Este curso vamos a incidir más en el cine como forma de abordar la historia contemporánea. La hacemos más próxima, que el relato escrito a los ojos actuales. Ya empleamos con asiduidad las imágenes de vídeos cortos para explicar la materia, pero quiero utilizar el llamado Séptimo Arte, para profundizar más en el tratamiento del pasado, como a sus implicaciones en el presente. Las mayores limitaciones son las de tiempo, pero aprovecharé el tiempo suplementario que me proporciona, en la medida de lo posible, la actividad como tutor de un grupo de alumnos de 4º para esta finalidad.




La primera de ellas será, MARÍA ANTONIETA. LA REINA ADOLESCENTE, escrita y dirigida por Sofía Coppola, que nos permite dos objetivos, abordar el Antiguo Régimen, la corte de Versalles en el siglo XVIII, y los prolegómenos de la Revolución Francesa. El despilfarro y los lujos de la monarquía frente a las necesidades políticas y económicas del Tercer Estado, la burguesía y el pueblo francés. La desmembración de los poderes reunidos en una sola persona, la del rey absoluto, en tres separados para constituir una forma de gobierno más abierta a la voluntad de la nación según las ideas que desarrollaron los ilustrados.

El Imperio de Justiniano


 En los muros del presbiterio de la iglesia de San Vital de Rávena se encuentran dos mosaicos que representan a Justiniano y Teodora, y sus respectivas cortes, llevando ofrendas a la que sería el templo más importante de la ciudad, capital de su imperio en Italia. Justiniano aparece vestido de color púrpura con nimbo junto al obispo de la ciudad, Maximiano, y seguramente, el general Belisario. Justiniano se muestra, así, como máxima autoridad, que une los poderes políticos y religiosos. Por aquella época, a mediados del siglo VI, han culminado con éxito las campañas militares que pretendía revivir el imperio romano de Occidente, que había caído por las invasiones de los pueblos germanos el año 476.




El reinado de Justiniano I (527-565) es la época de mayor esplendor del llamado Imperio Bizantino, entidad política que continúa el imperio romano de Oriente, creado a la muerte de Teodosio en el año 395 con capital en Constantinopla. Logró sobrevivir porque rechazó hábilmente a los pueblos invasores procedentes del centro de Europa y Asía. Serán estos éxitos militares, la derrota de los persas, lo que llevará a Justiniano a dirigir sus objetivos a Occidente. Primero, por el norte de África hasta el sur de España, después se hará con Italia, donde establecerá la capital en Rávena. Para ello se valió de eficaces generales como el mencionado Belisario y Narsés.




El emperador concentraba todo el poder político y religioso en todo el territorio. Se valía de una eficaz administración de funcionarios y militares para controlar las provincias en las que se dividía. Gran parte de las riquezas del imperio provenían de la situación estratégica de Constantinopla entre Europa y Asia, donde llegaban las rutas del lejano Oriente. Además, fabricaba sus propios productos de lujo como marfiles, sedas, tapices, y esmaltes. De todas las maneras, la agricultura, organizada en grandes propiedades, siguió siendo la base de la economía bizantina.




Si durante este periodo se llegó a revivir el imperio romano de Occidente, igualmente coincide con una época de esplendor cultural. Caracterizado por un lado, por la codificación del Derecho romano, llamada, el Corpus Iuris Civilis, uno de los más importantes legados del mundo antiguo; por otro, por el desarrollo de un estilo artístico, arquitectónico, sobre todo. El ejemplo más destacado es la basílica de Santa Sofía de Constantinopla, construida por los arquitectos, Artemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Un edificio singular que combina la planta basilical y central, con una cúpula única por su tamaño en toda la Edad Media. El estilo arquitectónico bizantino se definirá por el desarrollo de los espacios interiores abovedados con cúpulas sobre pechinas y los muros decorados con mosaicos de temática religiosa sobre fondos dorados. Bizancio se define como la unión de la cultura latina y la griega a la que ayudo a perdurar.