La obra de Gian Lorenzo Bernini ejemplifica lo que entendemos como estilo barroco en la escultura. Conocido, igualmente, como arquitecto, quiso la síntesis de las artes, al pretender unirlas en un sólo proyecto, que incluiría, incluso la luz natural. Hereda de Miguel Ángel, el ser referente de la escultura de su siglo, siempre al servicio de los Papas, de los que hizo las tumbas y los retratos. Su fama traspasó las fronteras, y estuvo al servicio del rey Luis XIV de Francia. De su padre escultor manierista, aprendió el oficio. La calidad de su estilo se mostraría desde sus primeras obras, como el Apolo y Dafne, que lleva al mármol, el tema mitológico de las Metamorfosis de Ovidio. Un estilo que capta el instante más dramático de la historia, tratado con realismo y teatralidad, y a la vez, concebido con diferentes puntos de vista.
El estilo de Bernini, que parte de los cánones clásicos, y supone un profundo estudio del escultura helenística, con importantes ejemplos en las colecciones de Roma, desarrolla una mayor expresividad a la par que manifiesta gran virtuosismo técnico. De esta forma, el tema del David, se concibe en el momento preciso de lanzar la honda contra Goliat. Lleno de movimiento y tensión contenida. En la capilla Cornaro, el artista, consiguió esa síntesis de las artes, que buscaba constituyendo el prototipo del estilo barroco. Sobresale el grupo escultórico del Éxtasis de santa Teresa, donde la santa española, recientemente canonizada, se representa en medio de una visión, cuando es atravesada por el dardo del amor divino portado por un ángel.
En este grupo escultórico, Bernini, valora el claroscuro de los pliegues del manto, desde el dinamismo que imprime a la escena. En este sentido, en el mismo momento de la muerte, con expresión de dolor, esculpe a la beata Ludovica Albertoni. Por otra parte, para sus obras al servicio de los Papas, introduce una rica teatralidad, dentro de la monumentalidad que les confiere. Lo observamos en las tumba de Urbano VIII, el Baldaquino o en la Cátedra de San Pedro, donde se combina el mármol y el bronce. Fuera del Vaticano, nos encontramos numerosas fuentes de su mano, que muestran su labor de urbanista, como la famosa Fuente de los Cuatro Ríos o la del Tritón, uniendo los efectos visuales de la piedra y el agua.
Finalmente, sus retratos, destacan por el realismo y fidelidad en la representación del personaje, captado con gran penetración psicológica, en los que valora su poder y magnificencia. Nobles, papas y reyes quedaron plasmados para la posteridad. Uno de los más famosos fue el de Luis XIV, en busto y ecuestre, junto al del cardenal Richelieu, a los que hay que añadir los de Scipione Borghese y el Papa Paulo V.