El matrimonio Arnolfini, Jan Van Eyck, 1434 |
En nuestro recorrido por la Historia de la Pintura llegamos al estilo gótico, un periodo extenso en el tiempo, que va a tener dos ámbitos geográficos fundamentales, sobre todo, al final del mismo. La pintura italiana del siglo XIII y XIV, los llamados Duecento y Trecento, y aquella desarrollada posteriormente en los Países Bajos. Ambas son la mejor expresión de la cultura urbana centrada en el comercio de la plena y baja Edad Media. Si nos situamos en esa última, destaca la figura de Jan Van Eyck, el pintor al servicio del Duque de Borgoña, e introductor de la técnica del óleo. Destacamos como ejemplo de su virtuosismo, la tabla que representa El matrimonio Arnolfini, datada en 1434, que en la actualidad se conserva en la National Gallery de Londres.
La obra representa la ceremonia del matrimonio entre Giovanni Arnolfini, acaudalado hombre de negocios establecido en Brujas, y su futura mujer, Givanna Cenami, que aparecen de cuerpo entero frente al espectador. La pareja se agarran con una mano, mientras con la otra, el marido, bendice a la mujer y ésta, con la contraria se la lleva al vientre. La escena se desarrolla en una habitación privada. Al fondo, se descubre, reflejado en un pequeño espejo, al clérigo, que dirige la ceremonia, y al testigo, que sería el propio pintor. El conjunto comprende un sofisticado juego ilusionista que implica al espectador en la escena.
El matrimonio Arnolfini es una obra maestra de Jan Van Eyck, y del estilo flamenco del siglo XV. En ella se compendian las características que lo definen. Realismo en la representación minuciosa de los objetos. Así como, preocupación por la luz y la perspectiva, una representación de carácter espacial, más que de índole matemática. Los pintores flamencos utilizan el recurso a disponer una ventana que ilumina los interiores de las casas o templos, por los que la luz penetra y define, graduando, las formas y los colores de los objetos.
Por otra parte, la pintura no se agota en la representación naturalista, sino que tiene una fuerte carga alegórica, explicada a través de los numerosos símbolos que emplea. En la obra que nos ocupa, el autor alude al matrimonio y la maternidad. Precisa el papel de cada uno de los cónyuges y la necesaria fertilidad para mantener el rico patrimonio o el estatus familiar. Los dos contrayentes provienen de Italia, un país mediterráneo, pero han establecido negocios con países muy distintos. La tabla, igualmente, indica, que el futuro no será fácil, pero la unión está bendecida por la fe cristiana.
Por tanto, los numerosos objetos representados en la pintura no son únicamente decorativos, sino que comunican una información instantánea al espectador avezado. En este sentido, cabe explicar la representación de las naranjas, el rosario, el Vía Crucis entorno al espejo, la cama, los zuecos, el perro, la vela encendida, el empleo de unos determinados colores y no otros, incluso la propia firma del afamado pintor, compuesta en una auténtica declaración: Jan Van Eyck estuvo aquí en 1434.