Las características de la escultura helenística


 La escultura helenística se extiende entre el siglo III y el I a.C., un periodo en el que las obras adquieren mayor naturalismo y amplitud de temas, que incluyen tanto la erudición literaria como lo cotidiano y superficial. El movimiento y el dramatismo se muestran en las figuras, expresados con la perfección técnica lograda en siglos anteriores. Sin embargo, no se elude cierta tendencia al idealismo, pero un ideal de belleza, más patético y complejo. El mundo griego abarca un territorio amplio y diverso en su ejemplos. Una de las escuelas más famosas fue la de Rodas. El Laoconte y sus hijos, atribuido a Agesandro, Polidoro y Atenodoro, hacia el siglo II a.C., constituye una obra fundamental. 



Esta obra representa un tema mitológico situado en la guerra de Troya. Laoconte, sacerdote de Apolo, es castigado con el ataque de unas serpientes marinas enviadas por Poseidón para que no revelase el secreto de los aqueos para la conquista de la mítica ciudad. Muestra el momento de mayor dramatismo, cuando el sacerdote, ya anciano, trata de liberarse del ataque junto a sus jóvenes hijos. El grupo forma una composición triangular con predominio de la visión frontal. La torsión dramática del padre dibuja una diagonal hacia la izquierda del grupo donde se encuentra el hijo pequeño, mientras a la derecha trata de apartarse el mayor. El movimiento dramático potencia el claroscuro de las anatomías tensionadas, mientras el dolor causado se ve reflejado en el rostro barbado del sacerdote.



A esta misma escuela pertenece la Victoria de Samotracia, que formaría parte de la proa de un barco, dentro de un conjunto mayor, que evoca una victoria naval. La diosa se representa con las alas desplegadas, frente al un intenso viento de frente que agita sus vestimenta, humedecida por la humedad del mar. La túnica, de esa manera, muestra la anatomía femenina proporcionando sensualidad a la figura. Por otra parte, en la escuela de Alejandría, se siguió el estilo de Praxiteles, según el modelo de la Venus de Cnido. Así, se creó otra obra fundamental del periodo, la Venus de Milo.



La declaración de los derechos humanos


 En estos días estamos tratando  la Revolución Francesa en 4º de ESO. Una de las tareas corresponde al comentario de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamada por la Asamblea Constituyente en 1789. Constituye uno de los textos más importantes de la historia de la Humanidad. Imprescindible para cualquier carta magna que se precie de ese nombre. En 17 artículos, se concretaron los derechos humanos por primera vez, que abrieron lo que conocemos como el mundo contemporáneo, y pusieron fin a los regímenes de las monarquías absolutas. 

Destacamos el artículo 1º. Todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. La condición de noble o plebeyo no tiene por qué estar privilegiada o denigrada. El artículo 2º. Se concretan los derechos naturales del Hombre: la libertad, la propiedad, la igualdad y la resistencia a la opresión. El artículo 3º. La soberanía reside esencialmente en la Nación. El poder no lo concentra solo el monarca como en el Antiguo Régimen. Los ciudadanos ejercen el poder a través de los representantes elegidos por sufragio.

El concepto de la libertad concretado en el artículo 4º. La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a los demás. Se refiere a que no dañe el ejercicio de los mismos derechos de otras personas. Resulta esencial, igualmente, lo indicado en el artículo 6º. La ley es la expresión de la voluntad general. Los ciudadanos tienen derecho a  participar en la elaboración de las leyes. Finalmente, el artículo 11º. La libertad de expresión, de comunicación de pensamientos y opiniones. Dice así: cualquier Ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, siempre y cuando responda del abuso de esa libertad en los casos determinados por la Ley. Un artículo de actualidad, una y otra vez en estos tiempos de hipercomunicación gracias a las redes sociales de Internet.

Fallece el último superviviente español de Mauthausen


 A principios de este mes de octubre se conoció el fallecimiento de Juan Romero, que hasta esa fecha era considerado el último superviviente español que estuvo prisionero en el campo de concentración nazi de Mauthausen. El pasado mes de agosto se le entregó por el gobierno, la declaración de reparación y reconocimiento personal por su lucha contra el fascismo en la Guerra Civil y en la Segunda Guerra Mundial. En Francia, en 2016, donde residía desde el fin del conflicto, fue condecorado con la Legión de Honor. La ciudad de Aÿ-Champagne le acogió en 1945, junto a los españoles que lograron sobrevivir a las numerosas torturas padecidas.



Hoy se sabe que unos 9.300 españoles pasaron por los campos nazis. En Mauthusen estuvieron la mayoría, unos 7.300, de los cuales fallecieron unos 5.000. Los alemanes les consideraban como apátridas y llevaban un triángulo azul que los identificaba, pues el franquismo no les reconocía como ciudadanos españoles. Juan Romero fue el preso 3.799, que en su memoria, a los 101 años conservaba los recuerdos del combate en las filas del Ejército republicano en los más duros frentes de la Guerra Civil. Luego pasó a formar parte de las tropas francesas como miembro de la Legión Extrajera, hasta acabar en el famoso campo de Mauthausen, donde fue testigo de los duros trabajos en las canteras y de los asesinatos en las cámaras de gas.

Los retos de la enseñanza semipresencial


 La Comunidad de Madrid acordó para hacer frente al reto de la enseñanza en tiempos de la pandemia que fuese semipresencial en 3º y 4º de ESO y en el Bachillerato. Los grupos de alumnos se partirían alternándose las clases a lo largo de la semana. En la práctica, tanto para Secundaria como para el Bachillerato, supone para los alumnos ir al centro, 2-3 días de 5. Lo que supone reducir el número de horas la materia de Historia en mi caso, a 1 hora, una semana, y a 2 la siguiente, de un total de 3. Para el Bachillerato, en las asignaturas de nuestro ámbito se reduce a 2 de 4. Esta semipresencialidad de los alumnos hace que el aprendizaje, después del confinamiento, tenga un componente importante a realizar por vía telemática.



En la práctica diaria la semipresencialidad provoca una serie de dificultades. En primer lugar adaptarse a esta situación. Los alumnos deben incrementar la responsabilidad en el estudio durante los días que tienen que quedarse en casa. Para los profesores, al mantener su horario como si toda su docencia fuera presencial, un trabajo añadido de supervisar ese trabajo a distancia, que provoca que una parte del tiempo fuera del horario se dedique a ello. Nos ayuda mucho que un gran número de centros se han dotado de plataformas virtuales donde llevar a cabo esta labor. La consecuencia, de todas formas, al pretender llevar dos grupos de alumnos del mismo nivel con un número de horas diferente a la semana es un desfase temporal, un ritmo asimétrico de las clases, especialmente en Secundaria. Por no hablar del causado en la impartición de los contenidos del programa, que obliga a tratarlos de una manera significativa.




Los alumnos de más edad tienen, en principio, más competencias para afrontar el importante componente virtual y en línea de la semipresencialidad. Entre ellos, los menos hábiles, tienen una dificultad añadida, que se incrementa, si hay un problema económico que le imposibilita emplear con regularidad un ordenador para hacer frente a las tareas a distancia. El docente tiene que afrontar las disparidades que surgen en el nivel de uso de los medios digitales, tanto por razones económicas, como de formación. Por tanto, este curso que acaba de iniciarse, debe afrontar nuevos desafíos, mientras la lucha contra el virus, exige unas medidas rigurosas de contención.

La escultura clásica griega


 Los griegos expresaron con la escultura del siglo V a.C. su concepción de la belleza ideal bajo un orden matemático. Las obras del pleno clasicismo son fieles a la proporción y la armonía entre las partes del cuerpo humano y el conjunto. El movimiento aparece contenido y hay ausencia de sentimientos. Los ejemplos en bulto redondo originales se perdieron. Solamente nos podemos hacer una idea de cómo fueron a través de copias romanas. El Discóbolo de Mirón representó a un atleta en el momento de lanzar el disco, es decir de máxima dificultad en la representación anatómica. Logró ser una de las obras más reproducidas de la Antigüedad. 



Si hay una obra que mejor expresa la teoría griega sobre las proporciones es el Doríforo o el Canon de Polícleto. Representa a un joven lancero que camina. Gira la cabeza hacia el lado de la pierna que apoya. El brazo que porta el arma corresponde a la pierna exonerada al marchar de frente. La altura total de la figura equivale a siete veces la longitud de la cabeza. El cuerpo humano se representa según los mejores ideales hallados matemáticamente. Sin embargo, la escultura en bulto redondo como en relieve que decoraba los frontones y gran parte de los frisos de las Panateneas en el templo del Partenón, obra de Fidias, emplea un mayor virtuosismo técnico y la captación de un sentimiento contenido. Sus obras hoy perdidas de Zeus y Atenea, reflejarían mejor que nadie la identidad de estos personajes mitológicos.



En el siglo IV a.C. surge una nueva sensibilidad. La escultura evoluciona, por un lado, hacia la expresión de una belleza menos intelectual, hacia una percepción sensual por el espectador. Y por otro, a la ruptura de la mirada frontal ante la escultura, propiciando diversos puntos de vista, moverse alrededor de la imagen. Una perspectiva la crea Praxiteles, con obras como el Hermes con Dioniso niño y la Afrodita de Cnido. En la primera, los dioses hacen una parada en su camino. El cuerpo de Hermes se inclina hacia Dioniso describiendo una curva que recibirá el nombre del autor desde ese momento. Otra, la realiza, Lisipo, que hace más estilizado el canon de Polícleto, e incorpora un elemento de la figura delante del espectador, como sucede con los brazos del Apoxiomenos, un atleta que se limpia tras el ejercicio físico.