Historia en la pintura

La rendición de Bailén (de la tradición y de la historia), José Casado de Alisal, 1864
El pasado 30 de noviembre un grupo de alumnos de Historia de España visitaron el Museo del Prado para conocer la pintura del siglo XIX. A lo largo del primer trimestre estudiaron los contenidos referidos a los acontecimientos políticos sucedidos en nuestro país en este siglo. Una época convulsa protagonizada por continuos cambios de gobierno, guerras civiles, e incluso revoluciones, que dieron paso a distintos regímenes. Era conveniente conocer las imágenes en pintura que se crearon en dicho periodo. La visita, por tanto, consistió en un recorrido que tenía como inicio, las obras de Goya centradas en la Guerra de la Independencia, El 2 de mayo y los fusilamiento de la Moncloa, los retratos del Fernando VII y el General Palafox, para terminar en una pintura de carácter social de Sorolla, ¡Aún dicen que el pescado es caro! de 1894.

Doña Isabel la Católica dictanto su testamento, Eduardo Rosales, 1864
Desde la fecha de inicio de las primeras obras vistas en el museo, 1814, hasta la última, 1894, la visita se centró tanto en escenas referidas a asuntos de historia como algún retrato. Durante este periodo existe un género propio llamado pintura de historia, desarrollado por artistas como José Casado de Alisal, Eduardo Rosales, Francisco Pradilla y Antonio Gisbert, entre otros, que a partir de mediados de siglo evocaban el pasado glorioso de España, situado sobre todo en el periodo de los Reyes Católicos. Se contraponía a la crisis política y la decadencia que se trataba de resolver en la época. Las obras que se llegaron a hacer eran a menudo de gran tamaño destinadas a las Exposiciones Nacionales y cuyo término eran las colecciones estatales.


No todos los pintores y obras vistas fueron creadas por pintores de historia, sino por artistas como Mariano Fortuny y Sorolla. Tampoco se caracterizaron por un mismo estilo, aunque la pintura de historia estuvo marcada por el realismo de mediados de siglo, influenciado por la obra de Velázquez. El asunto histórico debía quedar suficientemente claro y la concepción del espacio mostrar bien a los protagonistas. Estos rasgos los observamos en obras como, Doña Isabel la Católica dictando su testamento (1864), de Eduardo Rosales, y Doña Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo, Felipe el Hermoso (1871), pintado por Francisco Pradilla.

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