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El Museo del Prado durante la guerra


 
Las obras maestras del Museo del Prado corrieron graves riesgos de ser destruidas en la Guerra Civil española por los bombardeos de la aviación franquista sobre la capital. Madrid permaneció sitiado desde el otoño de 1936 hasta el final de la contienda. El ejército popular se propuso resistir hasta el final bajo el lema, No pasarán. En un determinado momento, tuvieron que ser trasladadas a Valencia a la vez que el gobierno abandonaba Madrid, ante el riesgo de su pérdida. La película, LA HORA DE LOS VALIENTES, de Antonio Mercero, nos cuenta este episodio, y además una historia de ficción donde un vigilante anarquista, que se sabía la vida de Goya, va a conservar en su casa su Autorretrato con 69 años, que había quedado olvidado entre los escombros del edificio.





El joven vigilante intentará devolverlo a los encargados de la República, pero un intenso bombardeo impedirá que eso ocurra. Le será robado por un falangista infiltrado en el Madrid republicano, para luego volver a recuperarlo. Lo conservará la mayor parte del tiempo en el respaldo de la cuna de su hijo. Finalmente, la guerra termina, y logra devolverlo a las paredes del Museo, por esas fechas de 1939, vacío todavía, después de ser perseguido por las calles, hasta ser fusilado frente al mismo, simulando la pose del personaje principal de otro cuadro del genio aragonés, los Fusilamientos de la Moncloa. De esta manera, la pintura de Goya se convierte en el hilo argumental frente a los horrores de la Guerra Civil. En este sentido, además, nos sirve para aproximarnos a este acontecimiento fundamental de la Historia de España contemporánea.

El arte de Marcel Duchamp


 Marcel Duchamp (1887-1968) es uno de los artistas más influyentes del siglo XX junto a Pablo Picasso, pero en una vertiente diferente. Llega a cuestionar el propio concepto de arte, hasta tal punto que se emparenta con las manifestaciones más radicales de la vanguardia, adelantándose a las corrientes conceptuales que nos encontramos después de la Segunda Guerra Mundial. Su trayectoria se expresa en una constante experimentación, que se inicia con el lienzo, Desnudo bajando una escalera (1912). Una obra que nos informa de su conocimiento del cubismo y del futurismo, en su pretensión del captar el movimiento, una constante que observaremos en su obra. 



Después le podemos inscribir dentro del dadaísmo norteamericano, junto a Francis Picabia y Man Ray.  En ese periodo crea los famosos ready-mades (ya hechos), los objetos manufacturados descontextualizados convertidos, con ironía, en obras de arte. Entre los más famosos tenemos, Fuente, un urinario masculino invertido, firmado como R. Mutt, en el que lo importante era la elección y manipulación de un objeto industrial, que había perdido su finalidad original, para adquirir un sentido artístico polémico. Igual de controvertida es la manipulación de la Gioconda de Leonardo da Vinci. Duchamp pinta bigotes a una reproducción del cuadro. La firma con su nombre y la titula, L.H.O.O.Q, que leído rápidamente en francés, significa, ella tiene el culo caliente



Por otra parte, el afán de experimentación del artista, le llevó a terminar una de sus obras más famosas, el Gran vidrio, titulada, La casada desnudada por sus solteros, donde muestra otra de sus preocupaciones, el erotismo. De hecho, en los años veinte, se inventó un alter ego femenino, al cual llamó Rrose Sélay, cuya lectura fonética en francés significa, el amor es la vida. Con este nombre firmaría muchas obras y fotografías. De esta manera, el arte actual nos ofrece intervenciones polémicas, muy provocativas, que sorprenden al espectador más identificado con el arte académico. Sin embargo, esta nueva estética, tan ligada al valor del proceso creativo, le debe mucho a la obra y concepciones artísticas de Marcel Duchamp.

Tarea especial. Guernica


 Estos días vivimos la actualidad de la guerra en Ucrania, donde día tras día vemos las imágenes de los bombardeos de la artillería rusa contra las ciudades y los civiles indefensos. El presidente de esta noble nación llamó a la resistencia contra un invasor mucho más fuerte y armado. En las palabras que dirigió al parlamento español por videoconferencia, recordó la destrucción de la ciudad vasca por la Legión Cóndor en abril de 1937. En numerosos foros, igualmente, se ha comparado esa contienda con lo que está padeciendo Ucrania, por eso el conjunto de tareas que vamos a realizar dentro del aula hasta final del curso se llamarán GUERNICA, en honor de aquel acontecimiento, y al cuadro que simboliza el horror de la guerra.




Este último conjunto de tareas supone estudiar brevemente la historia española contemporánea, especialmente, el periodo, todavía muy influyente hoy en día, de la Segunda República y la Guerra Civil. Supondrá la visualización de vídeos explicativos, el debate en clase sobre distintos temas suscitados, la elaboración de un dossier de contenidos, el análisis de una película ambientada en la época, y la actividad de copiar el cuadro, en grupo o individualmente, para luego ser expuesto. Nos acercaremos, por tanto, al trazo y a la tonalidad misma del lienzo, a su simbolismo, ideado, en su momento, por Pablo Picasso, y fotografiado por Dora Maar.

El estilo de Picasso


 Pablo Picasso fue un artista genial, muy influyente en el desarrollo del arte contemporáneo del siglo XX. Su enorme talento supo absorber numerosas influencias para crear una perspectiva singular en la pintura. Arte y vida, la suya propia y la de su tiempo, confluyen igualmente en su mirada. Podemos hablar de un estilo personal independiente y libre que cambia con el tiempo. Tiene presente a los pintores del pasado, pues su padre era profesor de dibujo, y estuvo matriculado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, muy cerca del Museo del Prado. Ese espíritu libre, le llevó a recibir las influencias de la nueva pintura que se desarrollaba en París, el centro artístico del momento, donde se fraguaban las vanguardias.




El primer estilo del artista de define por la tonalidad, primero azul de los cuadros, con temas tristes, que representan a mendigos y enfermos, entre 1900 y 1904, cuando cambia, seguidamente a la tonalidad rosa, con temas melancólicos relacionados con el circo. Picasso siempre mostró un portentoso dibujo, preciso en los detalles y creador de las formas. Este talento se observa en estas manifestaciones iniciales. Pero su desafío en el lenguaje pictórico fue con la creación del cubismo, uno de los movimientos vanguardistas más importantes de la primera mitad del siglo XX. Un movimiento que hunde sus raíces en la obra de Paul Cézanne y en la escultura ibérica y africana. El cuadro, Las señoritas de Aviñón (1907), concretaron diferentes experimentaciones en el nuevo estilo que rompe con la representación del espacio tridimensional de planos de color quebrados en ángulos agudos.




El artista desarrolló el cubismo propiamente dicho entre 1908 y 1916, primero el llamado analítico, de colores apagados y tonos ocres, verdes y grises, donde la representación de figuras estáticas y bodegones se descompone en una maraña de líneas y planos; luego el sintético, a partir de 1912, caracterizado por figuras de color uniforme y contornos geométricos. Además, la pintura se combina, con papeles pintados y otros objetos. Aparecen como temas instrumentos musicales, naturalezas muertas y retratos. Después de 1917, Picasso consolidará un estilo cubista menos constructivo, y creará obras como los Tres Músicos, sin embargo, un viaje realizado a Italia, y el contacto con los ballets rusos, le inspirarán una fase clásica de su pintura, que evolucionará entre 1923 y 1925. 




A finales de los años veinte y a lo largo de los años treinta, cuando Europa vive momentos dramáticos por la crisis económica y política por el avance del totalitarismo fascista, se encontrará próximo al movimiento surrealista. Su estilo se vuelve más expresionista, para representar el dramatismo de la época. La obra capital será Guernica (1937), una pintura comprometida con la Segunda Republica española, que se ve violentada por los avances de la sublevación militar en la Guerra Civil, que denuncia el horror ejercido sobre la población civil. Tras la guerra mundial, la temática se hizo más desenfadada y optimista, e hizo versiones de pintores clásicos como en Las meninas de Velázquez. Una auténtica manifestación de la alegría de vivir a través de la pintura.

Sensibilidad contemporánea


Los alumnos de 2º Bachillerato van a estudiar el arte de la edad contemporánea mediante la realización de trabajos individuales según los principales movimientos y artistas. Se agrupan bajo la denominación, SENSIBILIDAD CONTEMPORÁNEA, y constituyen el trabajo fin de curso. Trabajaremos, por tanto, de forma conjunta los contenidos de este periodo histórico, para luego ser expuestos en clase. En primer lugar tratarán la pintura romántica y realista, seguida de la impresionista y postimpresionista. No terminaremos el siglo XIX para tratar la arquitectura del hierro y la modernista, sin olvidar la Escuela de Chicago. En el siglo XX nos interesaremos por los movimientos de vanguardia. Primero el Cubismo, luego el Fauvismo, Expresionismo, Dadaismo, y el Surreralismo. También la arquitectura del Movimiento Moderno. Habremos sentado las bases para el estudio del arte de nuestros días.

La mirada postimpresionista


 La pintura occidental da un salto cualitativo con el llamado postimpresionismo a finales del siglo XIX. Dos pintores franceses y uno holandés, van a sentar las bases de la pintura de vanguardia de principios del siglo XX. Fueron incomprendidos en su tiempo, apenas vendieron sus cuadros o no lo hicieron. Solo tuvieron fama al final de su vida o cuando habían ya muerto. Luego el mundo artístico descubrió su portentosa influencia. El Cubismo, el Fauvismo, el expresionismo, mostraron su deuda con Paul Cézanne, Vicent van Gogh y Paul Gauguin. Aportaron una mirada nueva a la pintura, la del propio artista, que no pretende la representación fiel de la naturaleza, cada uno a su manera o estilo. El pintor representa la subjetiva reflexión artística del mundo objetivo, a través de una peculiar aplicación del color.




Uno de los más influyentes, sobre todo al final de su vida, fue Paul Cézanne. En obras como Los jugadores de cartas, o La montaña de Sainte-Victoire, exhibe un estilo alejado del impresionismo. La pincelada tiende a crear manchas uniformes y yuxtapuestas, figuras geométricas elementales para representar la realidad. La rápida aplicación de la pincelada impresionista para captar los efectos de luz, que configurasen el objeto, se ha sustituido por un trabajo más concienzudo, estímulo de la reflexión.



Van Gogh valora en la pintura la expresión de sus sentimientos y pasiones, para representar temas con un carácter simbólico de raíz religiosa. Dos años antes de su muerte, en 1888, se trasladó a Arlés, para recuperarse de su enfermedad mental. Allí realizó los cuadros más importantes que han ejercido mayor influencia posterior. Llama mucho la atención la calidad del color de su paleta y la expresión con pinceladas anchas y espesas, a modo de autoexpresión, de los cada vez más tormentosos pensamientos. Obras maestras de este periodo son, El dormitorio en Arles (1888), y La noche estrellada (1889).



Paul Guguin es hoy de los artistas más valorados por el mercado y los aficionados al arte. Sus cuadros que han salido a subasta se encuentran entre los más caros, como en otro tiempo lo fueron los de Van Gogh. En España podemos disfrutar, no sin dificultades, del famoso Mata Múa, perteneciente a la Colección Carmen Thyssen, una de sus obras sin duda más valiosas. Atrae mucho de este cuadro, y otras similares de su mano, la visión idílica, como exaltación del primitivismo indígena de Tahití. Expresa la felicidad vital y espiritual de las mujeres indígenas en comunión con la naturaleza, Una naturaleza representada con unos colores no percibidos de manera objetiva, sino por la interpretación simbólica del artista. Su estilo procedente del llamado cloisonné, practicado por el artista, Emile Bernard, y evolucionado en su trayectoria, será muy influyente en el fovismo de Matisse y el expresionismo alemán.


Pissarro y el Holocausto


 La historia del arte y la contemporánea se entremezclan en muchos casos, ambas van de la mano como en otras épocas del pasado. Según se producen obras pictóricas o escultóricas y los artistas insertos en la sociedad del momento a través de los clientes. Después con su intercambio, según pasan los años. La pintura, Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia es obra de Camille Pissarro, pintor impresionista, en 1897. Pertenece a su última época cuando se trasladó por motivos de salud a Paris desde el campo. Este cuadro muestra la técnica impresionista al captar con pinceladas cortas los efectos de un día de lluvia sobre las calles. Tiene un punto de vista elevado, que él observa desde la habitación del hotel donde reside por aquellos años. La reforma urbana del barón Haussman había abierto grandes avenidas en la capital francesa. Desde la place du Theatre Français se contempla una profunda perspectiva donde los coches y paseantes pierden nitidez cuando todavía no había dejado de llover.




La obra se exhibe en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, es decir pertenece al Estado español que lo compró junto al resto de la colección del barón en 1993. Pero la polémica ha surgido desde hace más de veinte años cuando la familia Cassirer reclamó su devolución a pesar que fue adquirida legítimamente en una galería de Nueva York en 1976. El problema está que fue un cuadro que  su antigua propietaria, Lilly Cassirer en 1939 tuvo que malvender a un marchante nazi para obtener un visado de salida de Alemania para huir de la muerte. Luego tras su posterior venta, fue requisada por la Gestapo. Sabemos del afán expoliador de obras de arte de los nazis por toda Europa, que provocó que muchas obras desaparecieran o cambiaran de manos tras la guerra. Entre ellas se encontraron, especialmente, las de coleccionistas judíos.




Los dos procesos que se han realizado hasta la fecha en EEUU han dado la razón, según las leyes españolas, al museo como propietario legítimo, cuando se sabe que la antigua propietaria ya fue indemnizada por el Gobierno alemán por el valor que tenía el cuadro en 1958. Todo volvió a empezar cuando uno de los descendientes descubrió que se conservaba y reclamó su devolución. Este mes de enero saltó la noticia que se ha celebrado una vista ante el tribunal Supremo de EEUU que debe decidir si se aplican las leyes federales de ese país, que dan la razón a la familia, a pesar de todos los avatares posteriores del cuadro, que el museo ha publicado en una nota de prensa. Esperemos que la resolución judicial apoye la postura del Estado español, y podamos seguir conservándolo en Madrid.

La pintura de Manet


 Durante el segundo trimestre nos adentramos en la pintura y arquitectura moderna. Los alumnos conocen las manifestaciones propias del periodo que vamos a estudiar. El último tercio del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Entre ellas se encuentra la pintura impresionista, la de aquellos pintores que abandonaron los temas sociales del realismo, y se centraron en los efectos lumínicos al aire libre. Para ello emplearon colores puros siguiendo una técnica abocetada según los principios experimentales descubiertos en el momento. El pintor debía ser rápido en la ejecución, pues la luz al natural cambia constante, y los colores se ven a la vista humana de diferente manera. El maestro y precursor del movimiento, un grupo de pintores entorno a Claude Monet, que empezaron a exponer en Paris juntos, fue Edouard Manet, que se atrevió a dejar la pintura realista a la manera de Courbet, para tratar temas intranscendentes, de la vida moderna fugaz.




Manet estuvo influido por los grandes maestros como Velázquez, Rafael, Tiziano y Goya. Se sabe de su visita al Museo del Prado. También por la estampa japonesa. En la segunda mitad del siglo XIX se produjeron numerosos inventos en la ciencia y la técnica. La fotografía se convirtió cada vez más, desde su invención en un medio de masas. La luz artificial empezó a utilizarse. A la pintura solamente le quedaba transformarse, superar la reproducción mimética de la realidad, investigar en su propio medio para mostrar una interpretación artística original. Esto lo hizo Manet intentando ser el pintor de la vida moderna. En 1863 presentó al Salón oficial, El almuerzo sobre la hierba, que fue rechazado, por una parte por su técnica abocetada, por la forma de emplear el color, de ejecución inmediata, por otra por su tema un tanto escandaloso al presentar por este orden, restos de comida, una mujer desnuda entre dos jóvenes vestidos en un bosque.




Lo mismo podríamos decir del cuadro, Olimpia, también de la misma fecha que representa a una joven desnuda tumbada en una cama, mientras una mujer negra le lleva un ramo de flores. Se han visto en estos cuadros guiños a un gran maestro como Tiziano, autor del Concierto campestre y la Venus de Urbino, temas reinterpretados en clave moderna. Igualmente se ha visto la técnica y la forma de Velázquez en algunas de sus obras, como El pífano, una figura de cuerpo entero sobre un fondo neutro. Manet tuvo mala acogida en el Salón oficial, pero por otra parte, fue apoyado por su amigo, el escritor Emile Zolá, de quien hizo un retrato muy significativo. Finalmente, podemos destacar de su última época el cuadro, El bar del Folies Bergére, donde retrata a una camarera tras la barra llena de bebidas, al fondo un espejo que representa la sala llena de público, además la espalda de la camarera con un cliente de frente, reflejados. Un juego visual, donde el pintor representa los efectos visuales de la luz artificial sobre la mirada frontal del espectador. Por tanto, la impresión de luz y color, de los objetos y las personas representadas. Todo un manifiesto del nuevo espíritu.




La pintura realista y la sociedad de clases



 A mediados del siglo XIX, surge un nuevo estilo de pintura, el realismo. Coincide con el desarrollo de la industrialización y de una nueva sociedad, la de clases, basada en el nivel de riqueza de las personas. El grueso de la población pertenece a las clases desfavorecidas: el campesinado, y el nuevo proletariado, que ha participado, junto a la pequeña burguesía, en la revolución de 1848. En la misma fecha, Marx y Engels publican el Manifiesto Comunista. Las nuevas circunstancias influyen en los artistas en favor de un compromiso ético con las clases desfavorecidas. Por ello apuestan por una pintura que refleje la realidad de forma objetiva, sin ninguna retórica. En esta línea podemos destacar tres artistas franceses: Gustave Courbet, François Millet y Honoré Daumier.




Courbet fue un pintor de ideas socialistas que participó en la revolución de 1848 y en la Comuna de París. Su pintura fue revolucionaria en los temas y en la forma respecto al estilo romántico. Causó, de esta manera, escándalo al fijarse en la realidad de lo representado sin idealización. Inmortalizó, por ejemplo, a picapedreros, a su propio taller, un entierro popular, desnudos, y escenas de caza. Un entierro popular, en un pueblo donde buscó refugio, es el tema de una de sus obras capitales. En Ornans, realizó a modo de friso un retrato colectivo de más de 6 metros, que llamó la atención por llevar al lienzo un asunto que no era de interés para los artistas tradicionales. Igualmente, por aludir a la muerte de forma desapasionada y sin transmitir pensamientos elevados, sin contenido o argumento literario.



 François Millet reflejó en sus obras el trabajo campesino sin mayores pretensiones. Utiliza composiciones simples y figuras monumentales en paisajes que valoran los cambios de luz y de atmósfera. Honoré Daumier fue otro artista comprometido políticamente, para el que el arte es un instrumento de lucha para transformar la realidad social. Desarrolló una importante labor como caricaturista político empleando diferentes medios, la pintura, el dibujo, la acuarela, y especialmente la litografía. El tema, El vagón de tercera clase, lo desarrolló en una serie de obras, que muestran una precisa descripción de la realidad, mediante líneas fluidas y claroscuro.

Características de la pintura romántica


 
Otra etapa en nuestro recorrido por el arte contemporáneo, corresponde al estilo romántico, que surgió casi al mismo tiempo que el neoclasicismo, y alcanzará su punto álgido en la primera mitad del siglo XIX. La sensibilidad romántica, que se manifiesta en todas las expresiones artísticas, apuesta por el individualismo, la mirada subjetiva del artista ahora convertido en un genio creador. Además, valora las emociones y los sentimientos, la capacidad expresiva frente al sometimiento a unas normas. Coincide con un mundo convulso por el cambio político y social de las revoluciones políticas y sociales. La pintura se muestra como el mejor medio para crear imágenes asociadas a la nueva sensibilidad.




Las guerras napoleónicas trastocaron el mapa de Europa. La exaltación de las costumbres nacionales, la lengua y la cultura de cada país, se encuentran en la base del nuevo espíritu. Nuestro continente, igualmente, se va abriendo a nuevas culturas, según se desarrolla la revolución industrial. Atrae en este momento lo pintoresco y lo distinto que proporcionan la culturas orientales o las nuestras más ligadas a la tradición. Se exalta el pasado medieval y concibe la naturaleza sometida a fuerzas sobrehumanas. La representación del paisaje será uno de los temas principales de la pintura. Una pintura que se caracteriza por predominio del color sobre el dibujo; los contrastes lumínicos y las composiciones dinámicas, llenas muchas veces de energía y dramatismo. 




Estas características las observamos en la pintura de autores como Théodore Gericault, en su emblemática obra, La balsa de la Medusa, que representa el momento de mayor dramatismo en el naufragio de esta fragata. Eugène Delacroix, expresa como ninguno, el espíritu de las revoluciones liberales y el nacionalismo de principios del siglo XIX. Así lo observamos en obras como La Libertad guiando al pueblo, o La matanza de Chíos y Grecia expirando en las ruinas de Missolonghi. Varias de sus obras se inspiran en el mundo oriental como La muerte de Sardanápalo o Mujeres de Argel. Las escuelas inglesa y alemana son las más importantes en la representación del paisaje romántico. Los fenómenos de la naturaleza como las tormentas o las tempestades son similares a la expresión de los sentimientos más exaltados. 




Frente al desarrollo urbano e industrial destructivo, el paisaje levemente humanizado nos llevan a la Arcadia feliz o si están poblados de ruinas, expresan la nostalgia por el pasado perdido. Ejemplos de esta corriente, los vemos en la obra de John Constable, representando la campiña inglesa. Capta en pinturas como El carro de heno, la vida tranquila del trabajo agrario, influidos por los cambios atmosféricos y lumínicos. Éstos se vuelven el tema principal en los cuadros de William Turner, en concreto, en Vapor, lluvia y velocidad. Finalmente, el paisaje adquiere un carácter simbólico y religioso en la pintura de alemán, Caspar David Friedrich, donde combina elementos y figuras del primer plano, frente a un fondo de espacio inmenso lleno de misterio, como en El caminante sobre el mar de nubes.

Características de la pintura neoclásica


 Los profundos cambios políticos, sociales y económicos al inicio de la Época Contemporánea, tienen su equivalente en las transformaciones estilísticas. Frente al estilo Rococó propio de la nobleza del Antiguo Régimen, surge el Neoclasicismo, en el que se tiene como modelo la antigüedad grecolatina, como mejor forma de expresar los valores universales propios de los nuevos tiempos. Se adecua al pensamiento de la Ilustración que exalta la razón, que trata de mejorar la vida de los súbditos al aplicar reformas educativas para obtener la felicidad y el progreso social. La búsqueda de la belleza ideal y la perfección artística se corresponde con la rectitud moral, y la defensa de valores como el patriotismo, la dignidad y el heroísmo.




La pintura neoclásica valora la línea, el dibujo sobre el color. La claridad y serenidad compositiva frente a los grandes escorzos y decoraciones. Tiene un finalidad educativa y moralizante. Un lenguaje sobrio para expresar las aspiraciones de la burguesía revolucionaria, que debe convertirse en un elemento transformador de la sociedad.  El pintor francés, Jacques-Louis David es el mejor ejemplo de artista neoclásico. Además comprometido con la Revolución Francesa, para terminar al servicio de Napoleón. La huella de la influencia clásica se observa primeramente en El Juramento de los Horacios (1786), donde representa un tema de la historia de Roma de carácter patriótico. Las arquitectura, los vestidos de los personajes, la composición equilibrada, nos recuerdan aquel pasado glorioso, en la que un grupo de hermanos van a sacrificar su vida.




En Marat asesinado (1793), un vacío se cierne sobre el cuerpo muerto del revolucionario, que exalta su dignidad y compromiso moral. El propio artista participó durante el periodo jacobino en la Convención republicana. Según evoluciona la marcha de la revolución, sus temas cambian en favor de un nuevo régimen más moderado, como expresa en El rapto de las Sabinas (1799), y finalmente al servicio propagandístico de la figura del emperador Napoleón Bonaparte. En este periodo el estilo neoclásico se convertirá en una moda que se aplica a la decoración o el vestido a la manera del imperio romano, y será adoptado por la nobleza europea, como observamos en el retrato de La marquesa de Santa Cruz, (1805), pintado por Francisco de Goya.




La pintura del subconsciente

La persistencia de la memoria, 1931, Salvador Dalí, MOMA, Nueva York

En estos tiempos de pandemia hemos visto, sentido y vivido situaciones extrañas, paradójicas e insólitas debido al confinamiento, al distanciamiento social o a utilizar mascarillas por la calle. Nos recuerda a las imágenes del movimiento surrealista, uno de los más importantes y completos de comienzos del siglo XX. Surgido a mediados de la década de los veinte, en 1924, abarcó la literatura, la pintura, la escultura, el cine y la fotografía. Entorno a André Bretón, destacarón pintores como Max Ernst, Yves Tanguy, René Magritte, y los españoles, Salvador Dalí y Joan Miró, entre otros. Como otros movimientos de vanguardia, tenía un aspecto revolucionario tanto en lo social, como en el arte.

La llave de los campos, 1936, René Magritte, Museo Thyssen

La pintura surrealista estuvo influida por las ideas de Sigmund Freud, los planteamientos del psicoanálisis, que teorizaba sobre dos niveles en la persona. Una consciente, aquella que es racional y determinada por la educación en un ámbito social, y la inconsciente, donde se encuentran los aspectos irracionales, más próximos a los instintos, sin las delimitaciones espacio-temporales. Los surrealistas aspiraban a borrar las fronteras entre estos dos niveles, representar lo prohibido, lo maravilloso, el erotismo y hasta la crueldad. Por ello, también, apelaban a la expresión del automatismo, de lo instantáneo. Lo onírico, el mundo de los sueños, es la puerta de entrada a este nivel oculto de la persona.

El carnaval de Arlequín, 1925, Joan Miró, G.Albr.Kn., Búfalo, EEUU.

Los artistas pertenecientes al surrealismo admiraron a pintores del pasado como El Bosco, Goya y Archimboldo, y contemporáneos como a Giorgio de Chirico y Pablo Picasso.  Cada uno de ellos, desarrolló un estilo propio, según las preocupaciones de cada autor. Por ejemplo, René Magritte, se centró en lo paradójico, y en el impacto conceptual sobre el espectador. Esto lo observamos en obras como La llave de los campos o Los amantes. Joan Miró llevó al lienzo desde el principio un mundo propio repleto de criaturas y signos con un fuerte contenido simbólico. Definió un estilo singular de gran fantasía al mostrar un inconsciente mágico con ricos colores primarios. Salvador Dalí, fue el más mediático, siempre dado a la provocación y a la performance. Desde una técnica precisa en el dibujo, desarrolló imágenes con el método paranoico-crítico, que suponía la superposición de visiones irreales en paisajes desnudos, tomadas de los sueños. Participó en la elaboración de creaciones fotográficas y de cine junto a Luis Buñuel y Alfred Hitchcock.

Los tres músicos de Pablo Picasso


Los tres músicos, 1921, MOMA, Nueva York

Los movimientos artísticos de vanguardia se iniciaron en la primera mitad del siglo XX. Los artistas adscritos a ellos se propusieron una ruptura con lo anterior, un impulso renovador que se mantendrá a lo largo del tiempo. Los pintores dejarán de seguir las leyes académicas, para regirse por las suyas propias, buscando modelos nuevos, como los objetos utilitarios de la nueva sociedad de consumo, o la escultura de los pueblos primitivos. Supone una ampliación de la noción de lo artístico, al querer ir más allá, convirtiendo a los artistas en militantes, unidos en la lucha por unas premisas estéticas concretas, muy de acuerdo con los tiempos convulsos que vivieron. Estuvieron, en general, comprometidos con las ideas progresistas y democráticas, lo que hizo unir a la práctica artística, el compromiso social.

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Entre los distintos movimientos de vanguardia, nos vamos a centrar en el Cubismo, cuyo principal representante fue Pablo Picasso, que pretendía superar la concepción espacial tradicional, basada en la profundidad, por una concepción del cuadro entendida como una construcción geométrica de  perspectivas y ángulos cambiantes. Además, se opone a la brillantez cromática de otros movimientos, siguiendo la senda de Cezánne. De esta manera el pintor malagueño y Bracque, crearon un nuevo lenguaje pictórico de gran éxito, que tuvo dos estilos, el llamado cubismo analítico, que representaba figuras estáticas y bodegones con colores apagados, a través de líneas rectas y curvas, y el cubismo sintético, donde se superaba el aspecto más intelectual y de difícil interpretación, por otro basado en grandes planos de color uniforme y contornos geométricos precisos. La propia pintura, a su vez, se complementaba con papeles pegados y otros objetos combinados.

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De este estilo, destaca el cuadro, Los tres músicos, pintado por Picasso en el verano de 1921. El artista, en ese momento, disfrutaba ya una etapa de pleno reconocimiento y prestigio, mientras vivía los mejores años de su matrimonio con la bailarina Olga Khoklova, miembro de la compañía de Diágilev. La colaboración del pintor malagueño con los ballets rusos, en distintas producciones, le influiría en la pintura. Una influencia que observamos en el cuadro antes destacado, en concreto el mundo de la Comedia del Arte, que sirvió de inspiración a los ballets. Así, representa a tres figuras, un Arlequín, un Pierrot y un Monje, que aparecen tocando un instrumento musical. La técnica del papel pegado se descubre en el tratamiento del color en las superficies de los vestidos de los personajes.

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El artista, por otra parte, simplifica las formas del cuadro en un puzzle geomético, donde parece que se pierden las diferencias entre la forma y el fondo, al sobrepasar los colores el limite del dibujo. Arlequín se encuentra en el centro con una guitarra, seguramente, la figura principal, con el que se relaciona el artista, capaz de transformar la realidad, además situado al mismo nivel que otros personajes de la cultura popular. El perro a los pies de los músicos refuerza la sensación bohemia de la escena. Se ha apuntado que sería un homenaje encubierto a sus dos amigos, Apollinaire y Max Jacob.

Noche estrellada de Vicent Van Gogh

La noche estrellada, 1889, Museo de Arte Moderno de Nueva York

Los llamados pintores postimpresionistas fueron artistas incomprendidos en su tiempo. Hablamos de Gauguin, Cezánne y Van Gogh que no lograron alcanzar la fama en vida. Sin embargo, fueron extremadamente influyentes en la pintura del siglo XX, especialmente en los movimientos de Vanguardia, como el Cubismo y el Expresionismo. Dieron un paso más allá en el camino hacia la Modernidad. Frente a la representación de la realidad a  través de los efectos de luz y color, apostaron por la creación de una pintura sustentada en la subjetividad emocional del artista. De los tres pintores anteriores, sin duda, el más atormentado fue Van Gogh, que se hizo pintor con 27 años, y nunca logró vender una pintura. Una de sus obras más representativas, es la Noche estrellada, realizada cuando estuvo ingresado en el hospital de Saint-Remy en 1889.

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Esta obra representa sobre todo, un cielo nocturno inquieto donde se retuercen las luces de los astros y la luna, frente a la quietud del pueblo en la parte inferior. La figura de un ciprés en primer plano, junto a la torre de la iglesia, comunican el nivel terrenal en sentido ascensional. Las pinceladas fragmentadas y onduladas, cargadas de color, destacan sobre la superficie. No hay mejor lienzo para mostrar el propósito del autor de utilizar el mismo con carácter expresivo, sin importarle su arbitrariedad. Van Gogh representa una alegoría de la muerte y del destino del alma hacia los astros. A través de los colores verde y azul, transmite, como nunca, el desasosiego de su vida, que se vería truncada de un disparo un año después.

Impresión: sol naciente de Claude Monet

Impresión, sol naciente, 1872, Claude Monet

Nuestro particular recorrido por la historia de la pintura, presenta un hito fundamental en el movimiento impresionista, cuyo nombre proviene del adjetivo despectivo que escribió el crítico Louis Leroy, ante las pinturas expuestas en el local del fotógrafo Nadar en la primavera de 1874. No les quedó más opción por el rechazo a ser expuestas sus obras en el Salón de París, organizado por la Escuela de Bellas Artes. El calificativo haría fortuna como denominación de la pintura realizada por un conjunto de pintores que expondrían juntos hasta 1886. Un nombre que proviene de uno de los cuadros exhibidos en aquella fecha, por Claude Monet, titulado, Impresión, son naciente, que había pintado en 1872.

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Este cuadro resume las características del nuevo estilo, que supone un paso más allá en la evolución de la pintura, que le distingue de aquella llamada realista. En primer lugar, por haber sido realizada al aire libre donde colocaban el caballete. En el caso de la obra que nos ocupa, frente al puerto de Le Havre. El objetivo primordial fue la representación de un paisaje, de una marina, bajo la apariencia fugaz de la mirada humana, por tanto no permanente, sino influenciada por los cambios de luz. Una luminosidad que transforma la percepción de los colores. Esto implicaba una ejecución inmediata, hasta cierto punto rápida, que causará una técnica propia, de carácter abocetado, con pinceladas cortas

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Los colores que emplea Monet son puros, sacados directamente de los tubos de estaño de óleo. La luz del amanecer se extiende desde el disco rojo del sol hasta las aguas del mar con intensas pinceladas de color naranja. El horizonte, por efecto de la bruma y la escasa luz, apenas se percibe por la fusión entre el agua y la atmósfera. Podemos descubrir las siluetas oscuras de las grúas portuarias en la lejanía, y más cercanas, aquellas que representan unas barcas, más nítidas, pero igualmente distorsionadas por los efectos lumínicos de la luz sobre el mar. La realidad, por tanto,  se disuelve en su esencia, la captación visual del ojo humano, que no es permanente, sino cambiante por el paso del tiempo.

Pintar El Guernica


Uno los iconos de la Historia contemporánea española, y de todo el siglo XX, es El Guernica, el cuadro que Picasso pintó para el Pabellón de España en la Exposición Universal de París de 1937. Hoy se encuentra en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, y es la más relevante de las obras maestras que expone. Los alumnos de 4º han querido en estas últimas clases del final del curso destacar la relevancia de este cuadro, un auténtico símbolo contra los sufrimientos que la violencia de la guerra ejerce sobre la población civil, y en favor de la paz. De esta manera, han realizado su propia copia, la mejor manera de conocer y recordar los aspectos que lo caracterizan.

Historia en la pintura

La rendición de Bailén (de la tradición y de la historia), José Casado de Alisal, 1864
El pasado 30 de noviembre un grupo de alumnos de Historia de España visitaron el Museo del Prado para conocer la pintura del siglo XIX. A lo largo del primer trimestre estudiaron los contenidos referidos a los acontecimientos políticos sucedidos en nuestro país en este siglo. Una época convulsa protagonizada por continuos cambios de gobierno, guerras civiles, e incluso revoluciones, que dieron paso a distintos regímenes. Era conveniente conocer las imágenes en pintura que se crearon en dicho periodo. La visita, por tanto, consistió en un recorrido que tenía como inicio, las obras de Goya centradas en la Guerra de la Independencia, El 2 de mayo y los fusilamiento de la Moncloa, los retratos del Fernando VII y el General Palafox, para terminar en una pintura de carácter social de Sorolla, ¡Aún dicen que el pescado es caro! de 1894.

Doña Isabel la Católica dictanto su testamento, Eduardo Rosales, 1864
Desde la fecha de inicio de las primeras obras vistas en el museo, 1814, hasta la última, 1894, la visita se centró tanto en escenas referidas a asuntos de historia como algún retrato. Durante este periodo existe un género propio llamado pintura de historia, desarrollado por artistas como José Casado de Alisal, Eduardo Rosales, Francisco Pradilla y Antonio Gisbert, entre otros, que a partir de mediados de siglo evocaban el pasado glorioso de España, situado sobre todo en el periodo de los Reyes Católicos. Se contraponía a la crisis política y la decadencia que se trataba de resolver en la época. Las obras que se llegaron a hacer eran a menudo de gran tamaño destinadas a las Exposiciones Nacionales y cuyo término eran las colecciones estatales.


No todos los pintores y obras vistas fueron creadas por pintores de historia, sino por artistas como Mariano Fortuny y Sorolla. Tampoco se caracterizaron por un mismo estilo, aunque la pintura de historia estuvo marcada por el realismo de mediados de siglo, influenciado por la obra de Velázquez. El asunto histórico debía quedar suficientemente claro y la concepción del espacio mostrar bien a los protagonistas. Estos rasgos los observamos en obras como, Doña Isabel la Católica dictando su testamento (1864), de Eduardo Rosales, y Doña Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo, Felipe el Hermoso (1871), pintado por Francisco Pradilla.

Paul Cézanne, pintor postimpresionista

Los jugadores de cartas, 1890
Existen tres grandes pintores considerados dentro del postimpresionismo: Vicent Van Gogh, Paul Gauguin y Paul Cézanne. Los tres se apartaron de la tradición académica y del movimiento impresionista que adquirió relevancia en la década de los setenta y ochenta del siglo XIX. El último llegó a exponer con ellos pero las diferencias técnicas y de propósito artístico le hicieron configurar una personalidad propia. De hecho llegó a abandonar París para trasladarse al sur de Francia, a su ciudad natal de Aix en Provence, hasta su muerte en 1906.

La montaña Saint-Victoire, 1905

En los tres grandes maestros postimpresionistas se hunden las transformaciones más radicales de la historia de la pintura universal. Especialmente en Paul Cézanne, cuyas exposiciones públicas de obras, sirvieron de ejemplo a la investigaciones de Pablo Picasso y Georges Bracque sobre la manera de concebir la representación pictórica. No le llegó a interesar la captación de los efectos de luz, dependientes de los cambios atmosféricos sobre los objetos o en los paisajes naturales, sino que valora  la visión subjetiva del artista, el intelecto en la elaboración de la imagen sobre el lienzo.

Las bañista, 1906
La pincelada corta, pequeña que aplica colores puros, como hacían los impresionistas es sustituida por manchas uniformes y yuxtapuestas de color, que construyen de forma geométrica la imagen específica en el cuadro. La realidad natural, por tanto, se observa tras la mirada que delimita el espacio y la figuras humanas a través de esa forma geométrica. Cézanne, llegó a decir en una ocasión que "Todo en la naturaleza se modela según la esfera, el cono y el cilindro". Muestro en esta entrada del blog, tres de sus obras maestras, que tuvieron réplicas de su mano: Los jugadores de cartas, La montaña Sainte-Victoire, y Las grandes bañistas.