Impresión: sol naciente de Claude Monet

Impresión, sol naciente, 1872, Claude Monet

Nuestro particular recorrido por la historia de la pintura, presenta un hito fundamental en el movimiento impresionista, cuyo nombre proviene del adjetivo despectivo que escribió el crítico Louis Leroy, ante las pinturas expuestas en el local del fotógrafo Nadar en la primavera de 1874. No les quedó más opción por el rechazo a ser expuestas sus obras en el Salón de París, organizado por la Escuela de Bellas Artes. El calificativo haría fortuna como denominación de la pintura realizada por un conjunto de pintores que expondrían juntos hasta 1886. Un nombre que proviene de uno de los cuadros exhibidos en aquella fecha, por Claude Monet, titulado, Impresión, son naciente, que había pintado en 1872.

Detalle

Este cuadro resume las características del nuevo estilo, que supone un paso más allá en la evolución de la pintura, que le distingue de aquella llamada realista. En primer lugar, por haber sido realizada al aire libre donde colocaban el caballete. En el caso de la obra que nos ocupa, frente al puerto de Le Havre. El objetivo primordial fue la representación de un paisaje, de una marina, bajo la apariencia fugaz de la mirada humana, por tanto no permanente, sino influenciada por los cambios de luz. Una luminosidad que transforma la percepción de los colores. Esto implicaba una ejecución inmediata, hasta cierto punto rápida, que causará una técnica propia, de carácter abocetado, con pinceladas cortas

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Los colores que emplea Monet son puros, sacados directamente de los tubos de estaño de óleo. La luz del amanecer se extiende desde el disco rojo del sol hasta las aguas del mar con intensas pinceladas de color naranja. El horizonte, por efecto de la bruma y la escasa luz, apenas se percibe por la fusión entre el agua y la atmósfera. Podemos descubrir las siluetas oscuras de las grúas portuarias en la lejanía, y más cercanas, aquellas que representan unas barcas, más nítidas, pero igualmente distorsionadas por los efectos lumínicos de la luz sobre el mar. La realidad, por tanto,  se disuelve en su esencia, la captación visual del ojo humano, que no es permanente, sino cambiante por el paso del tiempo.

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