Una noticia negativa ha saltado a los medios de comunicación coincidiendo con la cumbre del clima que se está celebrando en Katowice, Polonia. Las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, crecerán en 2018, alrededor de un 2,7% respecto a 2017, hasta llegar a las 37,1 gigatoneladas, un año que supuso la ruptura de la tendencia al estancamiento de este gas procedente de la industria y la quema de combustibles fósiles. Las razones se encuentran en el crecimiento de la economía mundial y la capacidad instalada de energías renovables no es suficientemente grande como para cubrir ese crecimiento de la demanda global de energía. Igualmente, se ha incrementado el uso del carbón, el combustible más contaminante, así como el consumo de petróleo.
China es la principal emisora del mundo dióxido de carbono, con un 28% del total. Este año, las previsiones indican que sus emisiones aumentarán un 4,7%. EEUU, el segundo gigante emisor, también registrará un aumento del 2,5%, mientras que las siguientes potencias, UE, presentará una reducción de un 0,7%, e India, unas previsiones al alza entorno al 6,3%. Estos datos no nos pueden dejar indiferentes porque las emisiones globales de este gas deben empezar a caer antes de 2020 para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, firmado en 2015, que establecía un aumento de la temperatura al final de siglo que no debía superar los 1,5 o 2 grados respecto a los niveles preindustriales. Sin embargo, el planeta está ya en un grado de aumento.
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