El turismo supone una alternativa a la explotación agropecuaria del espacio rural. Nuestro país tiene muchos atractivos culturales y naturales suceptibles de ser conocidos por los visitantes que emplean las vacaciones o los fines de semana. El llamado turismo rural ha venido en ayuda de los pueblos que se van abandonando por la no existencia de expectativas económicas. Hoy lo forman 15.500 alojamientos en España, una oferta reducida, un 3%, si la comparamos con los establecimientos asociados al turismo de sol y playa, que es mayoritario.
El sector del turismo rural ha sufrido especialmente la crisis económica de los últimos años con caídas sucesivas de hasta el 7%. Ello se debe a que el 85% de sus clientes son españoles que lo contratan los puentes y fines de semana. Por tanto presenta una debilidad estructural significativa. En 2014 las cosas cambiaron y las pernoctaciones en casas y hoteles rurales crecieron un 13%, para ser de un 12,4% en 2015. Estos resultados son esperanzadores, aunque persisten sus flaquezas, que se remediarían, si diversificase la demanda atrayendo al turismo extrajero. Algo imposible sin una política adecuada de promoción por parte de las instituciones. Igualmente, se necesitaría una mayor profesionalización de los propietarios; mayores inversiones para la publicidad online, ya que el 90 % de las reservas se hacen en Internet; y una búsqueda precisa de nichos de clientela diferenciados.
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