Las hilanderas o la fábula de Aracné de Velázquez

Las hilanderas, 1657, Diego Velázquez
Entre la pintura barroca española destaca por la originalidad del tema y la complejidad técnica, Las hilanderas o la fábula de Aracné, realizada por Diego Velázquez en la última década de su vida. Fue un encargo de don Pedro de Arce, funcionario de palacio, que pronto pasaría a las colecciones reales. Ante el espectador, se desarrolla una escena mitológica, encubierta por la escena del primer plano, que representa a unas hilanderas, que hizo pensar a lo largo de la historia, que mostraba un tema de género. La parte principal del cuadro, se encuentra en segundo plano, representando a la diosa Palas reprendiendo a Aracné, por haber osado a representar en su trabajo las flaquezas de los dioses. Dos mujeres, una de ellas con un laúd contemplan la escena, mientras otra mira hacia el espectador.


El tapiz del fondo representa, a su vez, el rapto de la ninfa Europa por Zeus en forma de toro, según un cuadro de Tiziano, pintado para Felipe II, y que fue copiado por Rubens en 1628-1629. Al día de hoy, no hay ninguna duda que el tema del cuadro, de por sí ambiguo, a la manera de Velázquez, representa un tema mitológico. Un tema, que por su forma de ser pintado, ha suscitado varias interpretaciones. La primera de ellas, en clave política contra la soberbia. La segunda, como defensa de la nobleza de la pintura, de las Bellas Artes, frente a la artesanía, a las artes manuales. Una riqueza interpretativa mostrada con la extraordinaria técnica del pintor sevillano, que le emparenta con otras obras del periodo como Las meninas o Mercurio y Argos.


Velázquez emplea de manera magistral la perspectiva aérea a través de los distintos planos de la pintura, caracterizados por diferentes luces. De esta forma, llega a representar el movimiento de la rueca, los rostros y los cuerpos de las hilanderas, que quedan captados con mayor o menor nitidez. Los personajes se distribuyen en una composición ortogonal, animados en varias actitudes. La pincelada es suelta y precisa ante los ojos y la distancia del espectador, a quien estos rasgos estilísticos y la ambigüedad del tema, le suponen una participación activa.

El rapto de Europa, 1628-1629, Rubens

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