La escultura clásica griega


 Los griegos expresaron con la escultura del siglo V a.C. su concepción de la belleza ideal bajo un orden matemático. Las obras del pleno clasicismo son fieles a la proporción y la armonía entre las partes del cuerpo humano y el conjunto. El movimiento aparece contenido y hay ausencia de sentimientos. Los ejemplos en bulto redondo originales se perdieron. Solamente nos podemos hacer una idea de cómo fueron a través de copias romanas. El Discóbolo de Mirón representó a un atleta en el momento de lanzar el disco, es decir de máxima dificultad en la representación anatómica. Logró ser una de las obras más reproducidas de la Antigüedad. 



Si hay una obra que mejor expresa la teoría griega sobre las proporciones es el Doríforo o el Canon de Polícleto. Representa a un joven lancero que camina. Gira la cabeza hacia el lado de la pierna que apoya. El brazo que porta el arma corresponde a la pierna exonerada al marchar de frente. La altura total de la figura equivale a siete veces la longitud de la cabeza. El cuerpo humano se representa según los mejores ideales hallados matemáticamente. Sin embargo, la escultura en bulto redondo como en relieve que decoraba los frontones y gran parte de los frisos de las Panateneas en el templo del Partenón, obra de Fidias, emplea un mayor virtuosismo técnico y la captación de un sentimiento contenido. Sus obras hoy perdidas de Zeus y Atenea, reflejarían mejor que nadie la identidad de estos personajes mitológicos.



En el siglo IV a.C. surge una nueva sensibilidad. La escultura evoluciona, por un lado, hacia la expresión de una belleza menos intelectual, hacia una percepción sensual por el espectador. Y por otro, a la ruptura de la mirada frontal ante la escultura, propiciando diversos puntos de vista, moverse alrededor de la imagen. Una perspectiva la crea Praxiteles, con obras como el Hermes con Dioniso niño y la Afrodita de Cnido. En la primera, los dioses hacen una parada en su camino. El cuerpo de Hermes se inclina hacia Dioniso describiendo una curva que recibirá el nombre del autor desde ese momento. Otra, la realiza, Lisipo, que hace más estilizado el canon de Polícleto, e incorpora un elemento de la figura delante del espectador, como sucede con los brazos del Apoxiomenos, un atleta que se limpia tras el ejercicio físico.



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