Frente a la crisis climática


 La Historia surgió entorno a grandes ríos como el Nilo en Egipto y el Eúfrates y el Tigris en Mesopotamia, en unas condiciones medioambientales que permitieron el desarrollo de la civilización humana. Hoy aquellos ríos que fluyeron durante miles de años sufren graves sequías, poniendo en grave peligro las formas de vida que se desarrollan en su entorno. Esto es sólo una muestra de las múltiples evidencias de la crisis climática que padece nuestro planeta. Grandes tormentas e inundaciones, elevadas temperaturas asociadas a incendios de última generación difíciles de combatir, fríos glaciares repentinos. La circulación atmosférica evidencia los problemas que le causan los gases de efecto invernadero. El dióxido de Carbono, el óxido nitroso y el metano.




Por ello el mundo está en guardia, y cada cierto tiempo se celebran conferencias internacionales auspiciadas por la ONU, para tomar acuerdos vinculantes en la mayoría de países para frenar el cambio climático. Este mes, entre el día 1 y el 12, se celebra en la ciudad escocesa de Glasgow la COP26 (Conferencia de las Partes), donde los líderes mundiales de unos doscientos países, aquellos que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y luego sus ministros tratan de llegar a compromisos claros y precisos que combatan las consecuencias del calentamiento global. La reunión mundial desarrolla la Conferencia de París de 2015 para reducir la subida de temperaturas a finales del siglo XXI en 1,5 grados, desde la época preindustrial. Sabemos que las temperaturas ya han subido en 2021 en 1,1 grados y el objetivo de cumplir lo acordado se aleja cada vez más.



El reto para los países es mayúsculo. Transformar nuestros sistemas industriales y energéticos y de transporte, y todo nuestro sistema de vida. Se necesitan planes de recorte de las emisiones convincentes e inmediatos, a corto plazo.  El informe de la ONU base de la COP26 se reafirma en los esfuerzos insuficientes de los países que piensan a largo plazo. De todas las maneras, unos 76 países han presentado planes en los que se prometen llegar a 2050 con emisiones netas en cero. A ellos se suman otros tantos países que sitúan la metas en 2060. Pero sólo once países cuentan con una ley nacional en la que se obligue a alcanzar esa neutralidad de emisiones. Doce miembros del G20 se han comprometido a un objetivo neto cero, sin mayores precisiones.




El mayor contaminante es China, seguida de EEUU, India y la Unión Europea. Los planes más convincentes provienen de los Veintisiete. La apertura económica tras la recesión provocada por la pandemia ha generado un aumento de emisiones tras el recorte del 5,6%, causado por el aumento de la demanda, unida a una fuerte subida de precios. Cambiar el sistema de generación de energía proveniente de los combustibles fósiles no se consigue de un día para otro. Los compromisos ya están encima de la mesa. Abandonar el carbón para generar electricidad. Dejar de producir coches de combustión en 2030. Reducir un 30% las emisiones de metano. Igualmente, ayuda financiera para los países más pobres para hacer frente a los efectos del calentamiento y a recortar sus emisiones. Esperamos que esta sea la senda correcta y efectiva por la que marchen los países que están comprometidos con el cambio climático.

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