En los muros del presbiterio de la iglesia de San Vital de Rávena se encuentran dos mosaicos que representan a Justiniano y Teodora, y sus respectivas cortes, llevando ofrendas a la que sería el templo más importante de la ciudad, capital de su imperio en Italia. Justiniano aparece vestido de color púrpura con nimbo junto al obispo de la ciudad, Maximiano, y seguramente, el general Belisario. Justiniano se muestra, así, como máxima autoridad, que une los poderes políticos y religiosos. Por aquella época, a mediados del siglo VI, han culminado con éxito las campañas militares que pretendía revivir el imperio romano de Occidente, que había caído por las invasiones de los pueblos germanos el año 476.
El reinado de Justiniano I (527-565) es la época de mayor esplendor del llamado Imperio Bizantino, entidad política que continúa el imperio romano de Oriente, creado a la muerte de Teodosio en el año 395 con capital en Constantinopla. Logró sobrevivir porque rechazó hábilmente a los pueblos invasores procedentes del centro de Europa y Asía. Serán estos éxitos militares, la derrota de los persas, lo que llevará a Justiniano a dirigir sus objetivos a Occidente. Primero, por el norte de África hasta el sur de España, después se hará con Italia, donde establecerá la capital en Rávena. Para ello se valió de eficaces generales como el mencionado Belisario y Narsés.
El emperador concentraba todo el poder político y religioso en todo el territorio. Se valía de una eficaz administración de funcionarios y militares para controlar las provincias en las que se dividía. Gran parte de las riquezas del imperio provenían de la situación estratégica de Constantinopla entre Europa y Asia, donde llegaban las rutas del lejano Oriente. Además, fabricaba sus propios productos de lujo como marfiles, sedas, tapices, y esmaltes. De todas las maneras, la agricultura, organizada en grandes propiedades, siguió siendo la base de la economía bizantina.
Si durante este periodo se llegó a revivir el imperio romano de Occidente, igualmente coincide con una época de esplendor cultural. Caracterizado por un lado, por la codificación del Derecho romano, llamada, el Corpus Iuris Civilis, uno de los más importantes legados del mundo antiguo; por otro, por el desarrollo de un estilo artístico, arquitectónico, sobre todo. El ejemplo más destacado es la basílica de Santa Sofía de Constantinopla, construida por los arquitectos, Artemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Un edificio singular que combina la planta basilical y central, con una cúpula única por su tamaño en toda la Edad Media. El estilo arquitectónico bizantino se definirá por el desarrollo de los espacios interiores abovedados con cúpulas sobre pechinas y los muros decorados con mosaicos de temática religiosa sobre fondos dorados. Bizancio se define como la unión de la cultura latina y la griega a la que ayudo a perdurar.
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